Os ” Seqüelas do Alcoolismo”:
Leminski, Rogério Dias e Solda.
LO QUE PASO, ¿PASO?
Antiguamente, se moría.
1907, digamos, aquello sí
que era morir.
Moría gente todo el día,
moría con mucho placer,
ya que todo el mundo sabía
que el Juicio, al final, vendría,
y todo el mundo iría a renacer.
Moríase prácticamente de todo.
De dolencia, de parto, de tos.
Y aun se moría de amor,
como si amar muerte fuese.
Para morir, bastaba un susto,
un pañuelo en el viento, un suspiro y pronto,
allá se iba nuestro difunto
para la tierra de los pies juntos.
Día de años, casamiento, bautismo,
morir era un tiempo de fiesta,
una de las cosas de la vida,
como ser o no ser convidado.
El escándalo era costumbre.
Mas los daños eran pequeños.
Descansó. Partió. Dios lo tenga.
Siempre alguien tenía una frase
que dejaba aquello más o menos.
Tenía cosas que mataban por cierto.
Pepino con leche, viento canalizado,
maldición de vieja y amor mal curado.
Tenía cosas que tienen que morir,
tenía cosas que tienen que matar.
La honra, la tierra y la sangre
mandó mucha gente para aquel lugar.
¿Qué más podía un viejo hacer,
en los idos de 1916,
a no ser pegar neumonía,
dejar todo para los hijos,
volverse fotografía?
Nadie vivía para siempre.
Al final, la vida es una upa.
No dio para ir más allá.
Pero nadie tiene culpa.
¿Quién mandó no ser devoto
de San Ignacio de Acapulco,
Niño Jesús de Praga?
El diablo anda suelto.
Aquí se hace, aquí se paga.
Almorzó y se hizo la barba,
tomó un baño y se fue en el veinte.
No tengo qué reclamar.
Ahora, vamos al testamento.
Hoy, la muerte está difícil.
Tiene recursos, tiene asilos, tiene remedios.
Ahora, la muerte tiene límites.
Y, en caso de necesidad,
la ciencia de la eternidad
inventó una criónica.
Hoy, sí, personal, la vida es crónica.
p.leminski